Del lat. terror, -ōris.
No intentes hacerle tragar a cucharadas el miedo al lector. Él ya viene cargado.
Con terrores heredados, con traumas a medio digerir, con sombras sin nombre pero que siguen respirando.
Tu trabajo no es mostrarle el monstruo… es encender una vela en la oscuridad.
¿Por qué describir lo que puede inventarse solo?
Déjalo imaginar lo que más le asusta.
Ahí vive el verdadero terror.
Y justo ahí, comienza nuestra historia.